martes, 15 de mayo de 2012

Abandonando a Peter Pan

3 meses, solo quedan 3 meses. En apenas 3 meses, un año mas. Pero celebrado cada vez con mas felicidad. Y es que he de confesar que crecer se está convirtiendo, para mi, en un proceso realmente mágico. 

A veces pienso en mi adolescencia. Inseguridad, poca confianza en mi misma, baja autoestima. Por unas cosas o por otras, no acababa de sentirme bien conmigo misma. Y sin apenas darme cuenta, todo esto ha ido cambiando, silenciosamente, sin que me percatara hasta pasados unos años. 

Y es que en ese proceso, he ido rompiendo con todo aquello que frenaba mi progreso. He encontrado mi vocación, he comenzado a sentirme independiente y autónoma, me he dado cuenta de mi propio valor, ya no tengo miedo a relacionarme con unos y otros. 

A día de hoy, puedo decir que he cambiado radicalmente. Sé que tengo en mi mano la capacidad y el poder de convertir mi vida en lo que yo desee. Sé que puedo lograr mis metas. Incluso sé que, todas esas cualidades que poseo, no solo las puedo disfrutar yo, puedo hacer que las personas que me rodean también lo disfruten, tengo mucho que aportar y ofrecer al mundo. 

Creo que la madurez es una etapa de asentamiento. Todo aquello que vas adquiriendo previamente, se va colocando en su lugar, vas creándote a ti mismo/a como si fuera un rompecabezas. Crecer no es algo que se haga de la noche a la mañana, es un proceso que dura toda la vida, y toda la vida la pasas creando y confirmando tu identidad. 

Es curiosa la forma como entendemos eso de "ser mayor" en cada etapa de nuestra vida. Volviendo a la adolescencia, recuerdo como veía a los chicos y chicas que estudiaban en el mismo centro que yo. Ir al instituto suponía que debías ser popular, vestir ropa sexy, maquillarte para ser "guapa" (una niña de 12 años con mas pintura en la cara que una puerta rara vez destaca su belleza natural, pero que se le va a hacer), incluso fumar, que eso parece que te haga ser mas grande. 

Ahora lo veo desde mi perspectiva de chica de 21 años, casi 22. Quizá es porque me encuentro en una etapa especial de mi vida, en la cual valoro lo que me está ocurriendo. Pero creo que es una lástima que los y las adolescentes no sepan realmente lo que es crecer y madurar. Cualquier logro o desengaño que vivan durante esos años tendrán siempre mucho mas peso en su identidad que los kilos de rimel que lleven en los ojos. Caer y levantarse una y otra vez, eso es lo que les hará crecer. 

Cuando pasas un mal momento, en muchas ocasiones eres incapaz de verle la utilidad a tanta lágrima. Son sucesos que se valoran cuando los ves desde otra perspectiva, cuando ya han ocurrido y forman parte del pasado. Miras atrás y es cuando te das cuenta de que aquello que ocurrió, lejos de matarte, te hizo mas fuerte. 

Quizá eso forme parte también de madurar. Cuando tienes 15 años, que te deje el novio es un drama espantoso. Cuando vas ganando años y desengaños, adquieres fortaleza mental. Comienzas a definir qué es realmente un problema. Y aprendes a resolver los conflictos con mucha mas facilidad. El tiempo, además de curar, relativiza. 

Ahora que lo pienso, puede que no se trate tan solo de sumar años a la vida, sino de añadir mas vida a cada uno de nuestros años. Es muy probable que lo que nos haga crecer sea lo que nos ocurra, mas allá de soplar un montón de velas sobre una tarta. Aquellas personas que han vivido pocos años pero muchas aventuras, pueden llegar a ser muy maduras, mucho mas que aquellas otras personas que hayan pasado por este mundo sin pena ni gloria. 

Puede que ahí esté el secreto. Puede que mis casi 22 años no sean la clave, sino todo lo que he vivido a lo largo de ese tiempo y lo que presiento que me queda por vivir. Quizá llegar a la universidad, empezar a vivir con autonomía, conocer a gente y relacionarme sin temor, convertirme en el culo de mal asiento que soy hoy en día me haya convertido en una persona segura, optimista y con autoestima. 

De un tiempo para acá, vivo mis días intentando llenarlos al máximo. Los días en los que acabo exhausta son los días que mas siento que he vivido. Desaparecer por la mañana y no regresar hasta la noche. Caer rendida en la cama, pensando en todo lo que ha ocurrido ese día. Es como si, al levantarme por la mañana, sintiera que cada jornada es como un montón de fruta que tengo que exprimir, para beberme todo su jugo y sentirme mas fuerte. La energía y la vitalidad se convierten en un ciclo, cada pequeño vaso de zumo te recarga las pilas para que vivas de verdad un día mas. 

Hablo como si fuera una persona totalmente adulta. Me miro a mi misma en el pasado y veo que soy mucho mas madura que entonces, con diferencia. Pero es una experiencia incompleta. Dentro de 10 años me veré con esta edad, y me daré cuenta de que hablaba sin tener ni idea. Quizá esto se repita año tras año, quizá nunca acabe de crecer. 

Es muy probable que, incluso cuando desaparezcamos de este mundo, lo hagamos siendo incompletos. Si pasara un año mas, podríamos seguir creciendo. Como ya he dicho antes, cada experiencia nos aporta una pieza mas para nuestro rompecabezas, es fundamental dedicarle todo el tiempo posible a vivir y sentir, para poder progresar, para seguir creciendo. 

Aún tengo 21 años y una larga vida por delante. Y mientras me quede tiempo, con el permiso de mi cuerpo y si nada me lo impide, voy a dedicarlo a vivir. Pido a la vida muchas alegrías, pero también un tropezón de vez en cuando. Le pido a gente que me ame, pero también que me decepcione. Deseo tener oportunidades, pero que me cuesten de conseguir, que sean premios y no regalos. Sobre todo, quiero intensidad. Ya que me tengo que morir algún día, que lo haga siendo incompleta, pero al menos que la causa sea por agotamiento, de tanto vivir. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario