miércoles, 13 de febrero de 2013

Hecha la ley...

Ley 1/2004 de Medidas de Protección contra la Violencia de Género. De ella quiero hablaros hoy. Y es que como bien dice el dicho, hecha la ley, hecha la trampa, y por muy progresista y avanzada que parezca, esta ley tampoco se sale de la norma. 

Esconde tres trampas principales.La primera: tan solo establece como violencia de género aquella violencia ejercida por la pareja o ex-pareja, siempre hombre, hacia la mujer. Esto significa que no podemos hablar de violencia de género, tan solo podemos hablar de violencia sentimental. Si no existe o ha existido nexo sentimental entre agresor y víctima, no se incluye como tal. Por lo tanto, si el agresor es un padre, un primo o tu jefe, posiblemente te quedes desamparada. 

Segunda trampa. No ampara a parejas homosexuales. Recordemos que sexo y género son dos realidades diferentes. El sexo es un hecho biológico, pero el género es una construcción puramente social y cultural. Nacer niño o niña no determina tu género. Lo hace el hecho de que, en el momento en que papá y mamá ven que te cuelga algo de entre las piernas durante el embarazo, digan: "Azul, fútbol y coches". Nada más. 

Si realmente se pudiera hablar de violencia de género, podríamos incluir la diferencia de roles y géneros desarrollados independientemente del sexo. Pero no. Tan solo cuenta la diferencia entre sexos. Este tipo de violencia debe ser ejercido de un hombre hacia una mujer. Por lo tanto, no hablamos de violencia de género, sino de violencia sentimental por razón de sexo. Son muchas las personas homosexuales que se quejan de que, al interponer una denuncia contra su pareja o ex-pareja, no han sido tomadas en serio, por el simple hecho de ser del mismo sexo. 

Tercer fallo garrafal.  Supuestamente, esta ley debería tener un carácter preventivo. Las mujeres deberían poder disfrutar de protección ante la amenaza de convertirse en víctimas. Pero no. La gran mayoría de ventajas que ofrece la ley pasan por demostrar previamente que has sido víctima de violencia. Por tanto, ¿dónde está la prevención? 

He de confesar que, al principio y antes de examinar detenidamente esta ley, me parecía muy positiva. Era muy afín al gobierno que la promulgó. Me siento bastante satisfecha con algunas acciones de tipo social que realizaron. Pero como siempre ocurre, algo tenía que estar mal. 

Recuerdo mi verano en Servicios Sociales, donde las lagunas legales se apreciaban especialmente. Siempre había forma de escaquearse de la ley, tanto para bien como para mal. Toda ley cuenta con algún vacío. 

Y es que en las leyes no solo podemos apreciar los intereses del partido que nos gobierna. A veces se les escapa algún que otro detalle de aspectos a los que no dan tanta importancia o que pasan por alto por considerar que solo afecta a una minúscula minoría de casos. 

Nadie es perfecto, ni siquiera nuestro legislador, y no lo hacen por mala fe. En realidad, ¿qué mala intención tendría un gobierno paritario que ha creado medidas a favor de los homosexuales a la hora de crear de esta manera esta ley? 

Un gran problema, no de esta ley, sino de las medidas que suelen concernir a las mujeres, es que suelen dejarse para mas tarde. En el estado en el que nos encontramos los españoles, nuestro gobierno tiene otras cosas en las que pensar. Así que las rectificaciones tendrán que esperar. 

lunes, 11 de febrero de 2013

Con mensaje escondido

La otra noche vi la famosa película "En busca de la felicidad". Muy bonita, cierto. Además, cuando acabas de verla, algo dentro de ti te empuja a luchar por lo que quieres y a esforzarte mucho mas. Pero, pensándolo mas tarde, le veo un gran fallo. Ofrece una versión muy materialista de la felicidad. 

El protagonista decide cambiar el rumbo de su vida en el momento en el cual ve a un feliz agente de bolsa aparcando su precioso deportivo rojo frente a su trabajo. Mira a su alrededor y ve a mas agentes con una sonrisa de oreja a oreja. En ese momento su vida va ya camino de la ruina: su negocio fracasa y su mujer está harta. Pero no es eso lo que de verdad le empuja a cambiar, ni siquiera el hecho de que su hijo tenga que acudir a una "guardería" de mala muerte en Chinatown, donde ni siquiera saben escribir la palabra "felicidad". El punto de inflexión llega con el deportivo rojo. 

Cuántas películas esconden un mensaje peligroso tras otro mensaje bonito. Siempre pienso en "La Bella y la Bestia". Esa película para niños nos repite una y otra vez que la belleza se esconde en el interior. Un mensaje muy necesario en esta sociedad tan superficial. Pero claro, hasta descubrir esa belleza interior te toca tragar carros y carretas. Bestia se dedica a tratar a patadas a todo el que se arrima a él. Si no es porque tiene cerca una rosa que le recuerda que tiene que espabilar si quiere volver a su estado normal, no hay forma de volverlo amable. 

Luego está Bella. Mira que la muchacha tiene virtudes: lee mucho, debe tener una gran inteligencia e inventiva, es paciente como la que mas. Pero, ¿qué resaltan de ella? Que es la mas bonita del pueblo. O sea, que una película que, supuestamente, debería acabar con la visión superficial de la belleza, comienza llamando Bella a su protagonista y destacando su belleza exterior. 

Cuando vemos una película de este estilo, de las que hacen pensar, siempre se te queda una sensación interna que te empuja a hacer algo. A luchar mas por tu metas, a ser mas generoso, mas paciente, cualquier cosa. Al igual que los mensajes positivos se cuelan en nuestro interior con facilidad, con los mensajes negativos puede pasar lo mismo. 

Muchas veces os he hablado de la socialización. Vuelvo una vez a decir que este tipo de mensajes son los que hacen, en parte, que la sociedad sea como es. Podemos hacer tanto una sociedad de luchadores como una sociedad de superficiales. Todo depende de los mensajes que enviemos. 

Aunque me pregunto si interesará crear una sociedad diferente a la que tenemos. Quizá, hacernos materialistas suponga hacernos mas consumistas, con lo cual, la economía seguirá su ritmo. Poderoso caballero es Don Dinero. 

Lo mismo puede pasar con las princesitas. Siempre les hemos inculcado eso a nuestras niñas. Y quizá tampoco convenga hacerles abandonar esa idea de abandonar la búsqueda de su príncipe azul. No sé si sabréis que una de las franquicias mas importantes del mundo se basa en esta idea. Dicha franquicia se dedica a crear spas para las niñas. Van a los salones, las peinan, les hacen la manicura y la pedicura, las maquillan, las invitan a una sala con disfraces, y luego pueden desfilar por una pasarela cuales supermodelos. Si la sociedad dejara de crear princesitas de 5 años, quizá negocios así no tendrían cabida. 

Se nos socializa durante toda la vida. Aunque seamos adultos y tengamos mayor capacidad de detectar mensajes peligrosos en esta sociedad audiovisual en la que vivimos, no siempre conseguir filtrar lo que nos llega. De hecho, a mi me costó detectar el mensaje materialista en la película de la otra noche. No sé si nos estarán haciendo mas materialistas o mas superficiales. De momento, conmigo van a conseguir que me mantenga siempre alerta cada vez que vaya al cine. 

viernes, 8 de febrero de 2013

GRANDES PRINCESAS DE LA HISTORIA: Lola Touza Domínguez


La villa medieval de Ribadavia (Ourense), capital de la histórica comarca del Ribeiro, en Galicia, donde se produce el famoso y mítico vino tan alabado por reyes y poetas desde tiempo inmemorial, fue escenario de una conmovedora historia de amor al prójimo y solidaridad, protagonizada por la gallega Lola Touza y sus hermanas Julia y Amparo, durante la época de la II Guerra Mundial. Lola, la «Schlinder» de Ribadavia, regentaba la cantina del ferrocarril y organizó entre 1941 y 1945 una red de fuga de judíos para pasarlos a Portugal. Su heroicidad, por fin ha sido reconocida en Israel. Y en su propio país, ¿quién la conoce?, ¿quién sabe de su enorme humanidad?... Ni su hijo supo de su vida clandestina. 

Esto es lo que escribió el periodista Paco Rego en una crónica del Diario El Mundo:

''Un hombre de estatura elevada, barbudo y sucio, tapado con un abrigo de mendigo, está acurrucado en una esquina del único banco de madera del andén. Lleva todo el día mirando de reojo pasar vagones Miño abajo. Cae la noche de abril sobre la estación de ferrocarril de Ribadavia. La voz sale desde el quiosco, famoso por las rosquillas, dulces de almendra y licor de café, que regentan las hermanas Touza: «Mira ese hombre, lleva todo el día ahí sentado sin coger un tren...». Año 1941. Europa se desangra en la II Guerra Mundial. Los judíos que pueden huyen hasta el mismísimo fin del mundo para escapar de las llamas del Holocausto. Lola, una de las hermanas de la cantina, no duda en acercarse al forastero. Le habla en español. El responde, con sus tristes ojos azules, en lenguas que ella no comprende. ¿Compasión, instinto? La gallega nunca explicó por qué dio cobijo en su casa a aquel desarrapado. Pero lo hizo. Y hoy un árbol sembrado este septiembre en una colina de Jerusalén donde brotan pinos en memoria de los llamados Justos entre las Naciones cuenta la heroica y silenciada historia que convirtió a Lola Touza Domínguez, la quiosquera de Ribadavia, en salvadora de cientos de judíos perseguidos. En una auténtica Schlinder gallega. Con aquel hombre, Lola y sus dos hermanas empezaron a tejer una red de fuga por la que llegaron a escapar más de medio millar de judíos que arrancaba en los Pirineos y terminaba al otro lado del río Miño, en Portugal. Se juramentaron con un barquero, dos taxistas y un emigrante retornado al que en el pueblo llamaban El Evangelista. Un silencio gallego que ha durado más de 60 años. 

El nombre de aquel flaco judío-alemán de los ojos azules, llegado de Lyon, de donde se había escapado del campo de concentración con un asturiano al que las balas nazis mataron tras la huída, fue uno de los muchos que Lola y sus valientes cómplices se llevaron a la tumba. Porque todos los héroes anónimos de la trama gallega de fuga de judíos están muertos. Si por ellos fuera, en el camposanto de la Villa feudal ourensana, partido por un muro de piedra vieja que lo separa del cementerio de los infieles, aún dormiría aquel secreto. 

No han sido ellas, ni sus sobrinos, ni sus nietos quienes han desenterrado el juramento de silencio que las Touza se hicieron en vida. La voz delatora llegó del otro lado del Atlántico. Un viejo judío neoyorquino quiso, allá por 1964 (dos años antes de que Lola falleciera a los 72 años), saber qué había sido de aquella mujer que le llevó una noche sin luna al otro lado de la frontera. A la libertad. Se llamaba Isaac Retzmann y, como tantos otros salvados por la cantinera ribadaviense, pudo alcanzar América en 1943.Retzmann, próspero comerciante alemán de padres judíos, había conocido a un emigrante gallego en la Gran Manzana, un tal Amancio Vázquez, y, sabiendo que éste volvía al terruño de vacaciones, le pidió encarecidamente que preguntara por las hermanas Touza. Tenía 70 años y una delicada salud que le hacía presagiar una muerte anticipada. El encargo terminó llegando a un librero de Vigo, Antón Patiño Regueira, y con él empezó a alumbrarse esta historia oculta que Crónica desvela en exclusiva (Antón dejó escrito antes de morir, en 2005, el esbozo de la verdad de estos héroes de Ribadavia). 

De Lola Touza, la más bella de las hermanas «Tenía una cara muy dulce», recuerda su nieto Julio, se sabía que su imagen había ilustrado una estampa que circuló por el frente de guerra del 36 para animar a las tropas. Que los niños de Ribadavia aprovechaban los recreos del colegio para ir a su quiosco a probar deliciosos dulces caseros. Que era una madre soltera más, de las muchas de la época. Lo que nadie sospechaba era que la popular mujer de la cantina valía mucho más por lo que callaba. Lola, la madre de la gran fuga.

Abraham Bendayem, Isaac Retzmann, un tal Ariel... En Jerusalén siguen reuniendo testimonios y nombres para elaborar la larga lista de quienes le deben la vida. Los cálculos más conservadores hablan de casi 400 judíos salvados exactamente 384, lo que matemáticamente equivaldría a dos personas por semana durante los cuatro años, 1941 a 1945, que se mantuvo activa la red de escapada. Aunque estimaciones más realistas sostienen que el número podría superar el medio millar. 
Sesenta años después, llueven los parabienes en el hogar de los Touza. Adosada a un muro de la que fue casa de las heroínas en Ribadavia (calle Juez Viñas, 2), luce desde el 7 de septiembre una placa de bronce: «A las tres hermanas, Lola, Amparo y Julia Touza, luchadoras por la libertad». 

El propio presidente de la Asamblea Universal Sefardí, Isaac Siboni, en una carta fechada el pasado 7 de agosto, dejaba constancia escrita del sentimiento de toda la comunidad judía: «Nuestro testimonio de admiración y gratitud para Lola, Amparo y Julia, quienes aún a riesgo de sus vidas han salvado a sus semejantes, a nuestros hermanos, de una muerte segura». Cuatro días después, el reconocimiento llevaba la firma de Ron Pundak, al frente de The Peres Center for Peace, la fundación para la paz que auspicia el presidente de Israel, Simón Peres. Dice así: «Recordar estos días a las hermanas Touza es un ejemplo para el futuro de amor y de valor, principios escasos en estos tiempos de odio». 

Hasta la fecha, sólo tres españoles el diplomático Eduardo Propper de Callejón, destinado en Francia, y los funcionarios de la embajada española en Berlín José Ruiz de Santaella y su esposa Carmen Schrader ostentan el título de Justos entre las Naciones, el equivalen te a la causa de beatificación católica, que concede la Fundación Yad Vashem a quienes, como Lola, salvaron a sus compatriotas del exterminio. La santificación judía de la gallega está en marcha. 

Han tenido que pasar tres generaciones para que un Touza, Julio, 57 años, el nieto, pueda reconstruir la historia de su abuela. Mientras cruzamos la calle Orense (paradojas del destino) que conduce a su estudio de Madrid, los recuerdos afloran nítidos en su cabeza. «Ahora me explico muchas de las cosas que ella hacía, que hablaba en alto...». 

El prestigioso arquitecto revive las tardes de domingo en casa de Lola, un antiguo caserón con arcos de piedra, los bailes de fin de semana en la planta de arriba, aquella bolsita de tela cargada de monedas que ella guardaba celosamente en un cajón del viejo aparador... «Eran duros de plata alfonsinos. No quería que nadie los tocara. Valían más que la peseta, ya en curso, y yo, que era un niño, pensaba que mi abuela los coleccionaba. Pero no. Los guardaba como recuerdo de otros tiempos. Con monedas como ésas había pagado algunos favores y el resto se lo había dado a los judíos escapados. Nadie en la familia lo supo nunca. Ni siquiera su único hijo, mi padre... Se ha muerto sin saberlo». 


LA COARTADA 


Cosas de la vida. Aquellos pasodobles, tangos y chachachás no sólo daban a las Touza unos dinerillos extra con los que poder capear las penurias domésticas en una España mísera de posguerra, donde judíos y masones encarnaban todos los males. Pero no era más que una coartada. De aquellas tardes de bailes y bacarrá, Lola hacía caja para su causa clandestina. «Nadie pasaba hambre a su lado)>, recuerda el músico de La Lira (banda del pueblo) Ramón Estévez Arango, protagonista ocasional de aquella gran evasión. «Vendía lo que hiciera falta, un abrigo, un anillo, cualquier cosa con tal de ayudar a un solo judío. Era de naturaleza muy desprendida». Generosa. 

Y de pronto nos viene a la memoria el angustiado rostro de Oskar, el héroe de la inolvidable película La lista de Schindler, con ojos llorosos y gesto desesperado, mientras a su alrededor un grupo de hombres y mujeres enternecidos esperan a que el empresario benefactor los elija para su fábrica, salvándoles así de la muerte en un campo nazi. «El coche. ¿Por qué me quedé el coche? Valía 10 personas. Diez personas más... Esta pluma. Dos personas. Es de oro... Dos personas más... El (se refería a un oficial de la SS) me hubiera dado dos personas por ella, al menos una. Una persona más. Por esto... ¡Pude haber salvado a una persona más...!». «Lola era como Schindler», remacha Ramón, el vecino músico. Lola Schindler Touza. El cerebro de la escapada. «No entendía de partidos ni de credos religiosos». Y dicho esto, el viudo hombretón sienta sus 86 años en un banco de la cocina de su casa, en el corazón del barrio judío de Ribadavia (otro guiño del destino), y con parsimonia espera a que las campanas de iglesia de Santiago enmudezcan. 

Lola, para el músico Ramón, es una dulce historia de adolescencia. Tenía 17 años cuando se tropezó de bruces con esa realidad que nadie en el pueblo parecía ver. Era una mañana de septiembre de 1941 y ayudaba a su padre, Francisco Estévez. en la descarga de un vagón de ladrillos. Lola se acercó a Paco, como ella le llamaba, y con discreción le preguntó: « vais de pesca? Necesito que me hagas un favor. Tengo aquí a una persona que quiere pasar a Portugal, pero no quiere hacerlo en tren ni por carretera». 

A la mujer le habían soplado que dos agentes de la Gestapo llegados de Vigo, desde cuyo puerto transportaban el wolframio extraído de las minas gallegas para nutrir la maquinaria de guerra de Hitler, merodeaban por los alrededores del pueblo a la caza de un judío-alemán fugado de Francia. «Mi padre, por aprecio a Lola, no lo dudó», rememora Ramón. Y esa misma madrugada, a las cuatro en punto, acudieron a la casa de la mujer armados con sus cañas de pescar.


DESNUDO Y AL AGUA 


«A él le dimos otra caña y, aunque chapurreaba el español, le dijimos que no hablara. Nos fuimos directos a la orilla del Miño y echamos a andar toda la noche. Nadie sospecharía, pues muchos pescadores solían salir a esa hora en busca de truchas y anguilas para matar el hambre». Por si acaso, Paco se quedó atrás mientras su hijo y el extranjero apuraban el paso. Horas más tarde, recorridos ya casi 40 kilómetros por un sendero empedrado, llegaron a Frieira, la aldea gallega que linda con Portugal.
«Como yo era un chaval, el alemán me preguntó si no me importaba que se quitara la ropa. Le dije que no. La dobló y se la ató a la cabeza con el cinto del pantalón. Te recordaré toda la vida, amigo, me habló en bajo al oído antes de echarse al agua, al tiempo que me regalaba un duro de plata alfonsino. Ví como alcanzaba la orilla portuguesa, y desde entonces nunca más supe de él. En el antebrazo llevaba tatuado el 451... Me dijo que se llamaba Abraham Bendayem». 

Abraham era aquel hombre de la estación de ferrocarril, el de los tristes ojos azules, barbudo y sucio, con el que Lola abrió la ruta clandestina dicen que la más importante de la Península por la que cientos de judíos ganaron la salvación. Lejos de su tierra prometida. Los más, alcanzaron las costas de Estados Unidos, Brasil, Argentina y Venezuela. Otros escaparon a África, sobre todo a Marruecos y Argelia. Gracias al boca a boca y a la eficaz organización de la comunidad judía, el nombre de Lola se extendió por Europa. 

Ni el férreo secreto, ni las noches cerradas garantizaban, sin embargo, que la fuga llegara a buen puerto. Por eso Lola se cuidaba mucho de las compañías. Una palabra a destiempo, un gesto o una mirada indiscreta podían llevarla a la lista de traidores o al destierro perpetuo en una cárcel. La madre, su nombre de guerra en la red de fuga, se rodeó de lugartenientes fieles hasta la muerte. Dos taxistas (José Rocha Freijido y Javier Míguez Fernández, El Calavera), Ricardo Pérez Parada, apodado El Evangelista, que había aprendido inglés y polaco siendo emigrante en Nueva York, y que hacía de traductor) y el barquero Ramón Estévez. Según la ruta que eligiera Lola había ideado tres: por senderos, carreteras de tercera y cruzando el Miño actuaban estos héroes anónimos.
 
Todo empezaba con la llegada de un convoy señalado a la estación de Ribadavia. Lola esperaba con su cesta llena de rosquillas, caramelos y dulces de almendra en las manos. A veces los ofrecía por las ventanillas desde el andén. Otras veces se subía al tren y recorría los vagones con su mercancía. Era entonces cuando se encontraba siempre con alguien que le anunciaba la llegada inminente (día, hora y vagón) de una nueva tanda de judíos. 

Los días de llegada, Lola era la primera en abandonar el quiosco. El mensaje de que unos judíos arribarían en las próximas horas corría rápido a los oídos del Calavera. Y en el silencio de la noche elegida, se consumaba la fuga de aquellos desesperados a bordo de su taxi, un Dodge negro americano. «Quién me lo iba a decir, Dios mío... Mi padre...». María del Carmen no se lo cree. Pregunta a la gente del pueblo, todos se extrañan. «El fue legionario. ¿Qué le parece? Estuvo de chófer de Millán Astray. Y con aquel aspecto de hombre duro que tenía... ¡Qué orgullosa estoy de él!». 

- ¿Nunca le hizo un comentario? 

- Jamás. Lo único que nos decía en casa era que no quería comer peces del Miño. 

- ¿Por qué? 

- Decía que estaba contaminado. Luego supimos que en la guerra los de Franco y los del otro bando tiraban a cantidad gente desde un puente que cruzaba el río. A los que se agarraban a los hierros les cortaban las manos. Muchos murieron ahogados o desangrados. Por eso mi padre nunca quiso comer peces. 

Tal vez no fuese Lola la única que estaba en la diana de la Gestapo. Según va tirando de la historia su nieto Julio, al parecer, el servicio secreto británico contaba en Vigo con un espía que seguía de cerca los pasos de los alemanes. Se llamaba Eduardo Martínez y era médico. «Es muy probable que conociera a mi abuela», baraja el arquitecto. Sus informaciones fueron reconocidas por el Gobierno de las Islas con la Medalla al Valor, en 1945. «Estos días le he pedido al M15 que busque los nombres de mi abuela y de mis tías en sus archivos. Me dijeron que pronto desclasificarán algunos papeles de la guerra. Quizás ahí esté la lista que andamos buscando». 


La lista de Lola. Nombre en clave: "La madre".''

miércoles, 6 de febrero de 2013

Libres y promiscuas

Uno de los campos en los cuales hemos avanzado las mujeres es en el del sexo. Seguimos reprimidas y sin poder disfrutar al máximo de nuestra sexualidad. 

Hará un par de días, surgió una conversación sobre cine porno. Hablando sobre una actriz, un chico dijo: 

- Yo no sé si saldría con una actriz porno...a saber lo que ha entrado por ahí... 

Estoy convencida de que existe una gran diferencia en la concepción de una relación dependiendo de si se trata de un hombre o una mujer. Si se trata de una mujer que sale con un actor porno, pienso que el miedo estaría mas en los celos que en pensar donde la ha metido. Sin embargo, en el caso de las mujeres, se tiende mas a pensar qué habrá entrado por ahí. 

Aunque han habido ciertos avances dentro del mundo de la sexualidad y cada vez son mas los expertos que nos insisten en las ventajas de tener una vida sexual activa, la realidad social sigue mostrando otra cara. Mientras que el hombre es objeto de alabanzas por su vida sexual activa, la mujer debe mantener muy oculta su sexualidad. Si nos ponemos a decir en alto qué hicimos la noche anterior, mas de uno se escandalizaría aún a día de hoy. 

Hace un tiempo vi en una red social un post alabando a las prostitutas. Se resaltaba, entre otras muchas cosas, su don de gentes, su capacidad de supervivencia y sobre todo, sus numerosas habilidades sexuales. Poco después, en un blog aparecía una entrada en la que hablaba de que todas eramos "putas", no solo refiriéndose al derecho a tener las relaciones que nos plazca, sino también a la frecuencia con la que nos referimos las unas a la otras con esta palabra cuando algo nos parece indecente. 

Y es que en numerosas ocasiones somos nosotras las que nos lanzamos piedras sobre nuestro tejado. Se habla mucho de la unión entre los hombres para poder conservar su supremacía. Las mujeres parecemos enemigas las unas de las otras. 

Para ser libres e iguales tenemos que abordar el tema del sexo como cualquier otro. No digo que necesariamente nuestras vidas sexuales se tengan que convertir en un no parar. La gracia del derecho está en que, si quiero, lo hago, si no, no. Pero si lo hago, que sea sin miedo a que me tomen por promiscua, sobre todo por parte de las otras mujeres de mi alrededor. 

Tenemos que empezar a entender que la necesidad de placer es inherente al ser humano. No es cosa de hombres. Si lo fuera, ¿por qué la Madre Naturaleza nos ha dado el clítoris a nosotras y no a ellos? Al igual que ellos presumen de ser unos superhombres cada vez que consiguen llevarse a una mujer a la cama, nosotras, si este es nuestro deseo, no tenemos porqué avergonzarnos si conseguimos pasar una noche de pasión. 

Nuestro cuerpo nos habla y nos pide momentos de placer. ¿Quién es la sociedad para negar algo tan natural como el placer sexual? Una vez mas, hemos creado tontamente una barrera que actúa en nuestra propia contra. 

Soy libre, pero no promiscua. Aunque si me lo quieren llamar, adelante. No me importa. Me importa mas saber que estoy satisfecha con mi cuerpo y mi vida, que sé satisfacer mis deseo y que eso me hace feliz. No hago daño a nadie haciendo lo que hago, y si a alguien no le gusta, que no mire. Mi cuerpo es mio y de él disfruto yo y quien yo diga. 

lunes, 4 de febrero de 2013

Detrás de la pluma

En mi máster no solo hablamos de la igualdad entre mujeres y hombres. También dedicamos parte de una asignatura para hablar de las personas con diferente tendencia sexual. Hablamos de homosexuales, bisexuales, transexuales y otras muchas formas de vivir la sexualidad, como pueden ser los colectivos que creen en el poliamor o grupos defensores del fetichismo o el sadomasoquismo. 

La relación con el máster es que, cuando hablamos de igualdad de género, no solo hablamos de igualdad entre los sexos, hablamos de igualdad entre diferentes roles, entre lo masculino y lo femenino, aunque quienes ejerzan tales posturas sean solo hombres o solo mujer. 

Bueno, esperad, que me desvío de lo que os quería contar. Hace unos años, recuerdo una conversación en una cafetería con unas amigas. Consideradas de mente abierta y con sensibilidad hacia los colectivos excluidos socialmente, decían estar totalmente a favor de la celebración del Día del Orgullo Gay, pero que lo que no aceptaban eran "mariquitillas locas" (es decir, hombres comportándose de forma femenina) que solo subían a las carrozas a enseñar el tanga. 

Por un momento pude estar algo de acuerdo. Llegué a pensar que ciertos comportamientos podían jugar en contra del colectivo LGTB y que sería mejor que no hicieran determinadas cosas. Ahora, mi planteamiento es bien diferente: ¿y si esa es su manera de vivir su sexualidad? 

Al igual que con todo hijo del vecino, creo que tenemos una serie de estereotipos sobre los homosexuales, bisexuales, etc. Cuando pensamos en aquel homosexual al que podríamos aceptar, pensamos en alguien al cual no se le "nota" exteriormente su tendencia sexual, a no ser que esté junto a su pareja y estén dándose muestra de amor. 

Hasta ahí, la sociedad puede aceptar la homosexualidad. Pero, ¿y si se es un homosexual diferente? Quizá su diferencia vaya mas allá de lo antes mencionado. Quizá ese hombre no sea feliz solo amando a otro hombre, sino mostrando un carácter propio de mujer. 

Aunque, ¿qué es lo propio de los hombres y las mujeres? No olvidemos que el género, aquello que marca nuestros roles y comportamientos masculinos o femeninos, no es mas que una construcción social. Los únicos que establecemos cómo debemos ser según nuestro sexo, somos nosotros mismos. Aquello que consideramos anormal en las personas que ejercen roles diferentes lo es porque nosotros hemos decidido que lo sea. Lo normal no es normal, hemos decidido que es normal. Espero que se entienda el matiz. 

La lucha LGTB va mas allá del derecho al matrimonio o a la paternidad o maternidad. Es una lucha de aceptación de todo el colectivo, no solo de la parte "aceptable" del colectivo. Podemos pensar que son un grupo mas que aceptado por la sociedad y que ya han conseguido mucho, pero hay un trasfondo detrás de este mundo. 

Desde hace unos años se ha centrado la atención en el colectivo de los transexuales. Y la verdad, es que aún hay mucho por hacer. Primero, recordemos que desarrollan roles y transforman su físico para ser como el otro sexo. Eso ya hace que sean un grupo poco aceptado. Y segundo, muchas veces su aceptación depende de hacia qué sexo quieran transformarse. 

Los hombres y las mujeres vivimos en posiciones desiguales, creo que no hace falta decirlo. Y esto puede llegar al extremo de marcar la vida de un transexual. Haciendo un trabajo, llegamos a debatir sobre si era mas fácil aceptar a una mujer que vive como un hombre o a un hombre que vive como una mujer. Llegamos a la conclusión de que desarrollar un papel masculino en la sociedad siempre da ventajas, incluso cuando lo desempeña una mujer. 

Al igual que con otros muchos colectivos, tendemos a ver solo la punta del iceberg. Seguimos viviendo en una sociedad que no acepta a muchos y admite a unos pocos, obedeciendo casi siempre a estereotipos, prejuicios e ideas preconcebidas. Pero hay algo mas allá de lo que vemos, y es cosa nuestra y solo nuestra que se llegue, algún día, a la utopía de la plena inclusión. 

sábado, 2 de febrero de 2013

GRANDES PRINCESAS DE LA HISTORIA: Lisístrata


Aristófanes, poeta griego quien nació en el siglo V a.C. en la capital ateniense, escribió una de sus obras “Lisístrata”, durante la Guerra del Peloponeso cuando la moral ateniense estaba muy baja.

Las comedias de Aristófanes (''Las Ranas'', ''Las Avispas'', entre otras) se caracterizan por tener un sentido del humor y lenguaje grotesco con la intención de hacer reír. Además, en este caso, se nota una intención pacifista del creador.

A veces ocurre que el mundo antiguo y la actualidad coinciden enormemente, por desgracia, no siempre por motivos agradables.

Os recomiendo que leáis el comentario que viene a continuación, fue escrito por una mujer de hoy en día y con las ideas muy claritas, Victoria Sendón de León, filósofa de formación y ciudadana del mundo, tal y como ella se define.


OPERACIÓN LISÍSTRATA. 


Las chicas de Pererira, en Colombia, tal vez no sepan que su original campaña ya existía literariamente hace unos veinticuatro siglos nada menos. Qué lástima que haya tenido que pasar tanto tiempo para que a las mujeres se nos ocurriera llevar el mismo argumento a la realidad.

Verán, Aristófanes utilizó el tema de la violencia masculina para hacer una comedia, “Lisístrata”, a fin de ridiculizar a los griegos, siempre enzarzados en sus guerras y guerritas de nunca acabar, que tenían a las helenas hasta los tirantes del peplo (túnica femenina de la antigua Grecia que llevaban las mujeres anteriores a los años 500 a. C.). A Lisístrata se le ocurrió una estratagema de lo más eficaz para obligar a los hombres a vivir en paz. Se reunió con las mujeres de Atenas, Esparta, Corinto y Beocia para convencerlas de que se negaran a satisfacer a sus maridos y amantes sexualmente hasta que no renunciaran a sus aficiones bélicas. Lo consiguió, pero en más de una ocasión vio peligrar su campaña de resistencia porque muchas mujeres se derretían a la primera carantoña. Finalmente, los griegos dejaron de hacer la guerra y comenzaron a hacer el amor en la paz acogedora del tálamo. En la ficción, claro.

Recientemente, más de 100 mujeres de la Pereira colombiana decidieron hacer lo mismo que Lisístrata y sus compañeras. La ciudad, de 450.000 habitantes, tiene más de treinta pandillas cuyo juego preferido es matarse por las calles, en la noche, a la luz del día, laborables y feriados, da igual: es ya una inercia, una costumbre, un “modus vivendi”. Cada año se registran casi quinientos asesinatos, lo cual le da a la ciudad un colorido subidito de tono. Y a la vida de las mujeres y sus hijos una inseguridad y una angustia innecesarias, absurdas, crueles. ¡Mira que traer un hijo al mundo, con lo que cuesta, para que te salga así de gilipollas!

La Lisístrata de Pereira se llama Omaira, una rapera que incita al resto de las mujeres a sumarse a la huelga de “piernas cruzadas”, con la que confían que los machitos opten por el amor en lugar de por la guerra. Ojalá lo consigan, pero a esta huelga yo le añadiría la de “brazos caídos”, para que les haga la cena Rita, y la de “úteros vacíos” hasta que el “homo-homo” controle su estúpida violencia, sus delirios prepotentes, su terrible complejo por no haber sido mujer, portadora de vida. Tal vez esta afirmación sea muy arriesgada por mi parte, pero ¿qué les pasa entonces? Los varones evolucionados, cada vez más, comienzan a sentir vergüenza de su género. Cuando esta vergüenza de género se imponga a la violencia contra el otro género empezarán a cambiar las cosas. Seguro. ¡Gracias, mujeres de Pereira!''