martes, 21 de febrero de 2012

Valencia, capital del espanto

Doloroso, muy doloroso. Imágenes e imágenes de violencia. Y esto ya no se vive fuera de nuestras fronteras, ya no es algo que solo podamos presenciar a través de los periódicos o los telediarios. Esto está ocurriendo en nuestras calles. 

Valencia, mi ciudad, se está convirtiendo en la ciudad de la barbarie. Día tras día, cuerpos de "seguridad" (¿seguridad para quien?) se emplean a fondo en dispersar a los manifestantes a golpe de porra. ¿Y quienes son esos manifestantes? Criaturas de 14 años. Si,señoras y señores, hablamos de chicos y chicas de secundaria. ¿Y por qué se manifiestan? Por defender algo que nada ni nadie les debería quitar: una educación digna, una enseñanza que les permita tener un futuro menos incierto de lo que ya es. 

Las imágenes hablan por si solas: a una niña de 14 años con una prótesis en una pierna la levantan del suelo cogiéndola del pelo, a un señor invidente se lo llevan por delante, a otro hombre de unos 60 años le pegan una paliza por intentar proteger a los chavales, acorralan a los estudiantes que lloran muertos de miedo.

Parece una respuesta al miedo que sienten los gobernantes al pueblo. ¿Miedo de qué? Ustedes siempre nadarán en la abundancia, nunca les faltará de nada, incluso cuando ya no estén en el gobierno, incluso cuando su avanzada edad les impida recordar que un día lo estuvieron. 

Nosotros sí lo tenemos, tenemos mucho miedo. Miedo a no poder formarnos,miedo a los despidos indiscriminados. Miedo al frío invierno sin mantas, a los exámenes sin folios, a tener que traer de casa incluso el papel higiénico porque nuestros institutos ya no pueden permitirse ni eso. Si, señores y señoras gobernantes, sus recortes están llegando a ese extremo. 

Les asusta que un grupo de alumnos, cuyas únicas armas son sus voces, sus pancartas y su indignación, les recuerden cuales son sus derechos como estudiantes. ¿Y nosotros? ¿A que tenemos miedo? Tenemos miedo a su desproporcionada respuesta. Responden a los gritos a palos. Les recuerdo, señores y señoras gobernantes, que solo somos alumnos. Sin armas, sin nada con lo que defendernos ante sus agresiones, tan solo nuestra voluntad de tener una educación de calidad. O educación sin mas, porque al final no podremos reclamar mas que eso. 

Yo ya no estoy decepcionada, ya no estoy indignada. Estoy triste. Triste de ver como un lugar que podría ser maravilloso para vivir y visitar se está convirtiendo en la capital del horror, del terror y del espanto. Estoy triste porque el sentimiento de frustración es cada vez mayor. Luchas y luchas y solo consigues acabar en el hospital o detenido. Podríamos vivir en constante progreso, pero vamos hacia atrás como los cangrejos.  

Las elecciones volverán. Pero no servirán para nada. Los valencianos parece que tengamos un estilo propio a la hora de elegir quien nos gobierne: quienes mas palos nos dan, mas votos ganan. No nos bastan las muestras claras de que han gastado lo que han querido y mas en cosas prácticamente inservibles. Nosotros los seguimos defendiendo con uñas y dientes. Ahora, las agresiones tampoco nos bastarán. Llegarán las elecciones y volveremos a empezar. Eso me entristece aun mas. Lucha en vano. 

Adiós a la educación, adiós a la sanidad, adiós a los servicios sociales, a la vivienda digna y al trabajo que nos da de comer. Id diciendo adiós al Estado de Bienestar, al menos, tal y como lo hemos conocido algunos afortunados y afortunadas. Dad la bienvenida a un nuevo sistema en el cual podrás formarte, curarte o vivir solo si puedes y si te lo permiten. Y si no, tu verás como sobrevives. 

Estoy triste. Pero aun queda un poquito de esperanza en mi. Aun creo que pueden cambiar las cosas, que se puede seguir luchando. No seré la persona mas indicada para ponerme a correr delante de la policía, pero estoy segura de que algo podré hacer. Y lo haré. De momento, aquí os dejo mi opinión y mis sentimientos. Quiero ofrecer todo mi apoyo a aquellos que luchan a pie de calle por el reconocimiento de nuestros derechos y nuestra dignidad como seres humanos. Y para acabar, un mensaje a nuestros gobernantes: gracias por demostrarme que no me equivoqué votando a otros. 

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