martes, 29 de noviembre de 2011

Derecho a la pasión



Noche de tormenta. Solo los relámpagos iluminan la estancia, junto a esas románticas velas.Pese al frío del exterior, dentro la temperatura poco a poco se va elevando. Dos cuerpos desnudos disfrutan de innumerables caricias y besos. No hay rincón de sus anatomías que se escape de semejante placer. Se aman, se desean. Llevan tiempo deseando que llegue este momento, pero por fin llegó la noche en la cual ambos arderán de deseo...

Un relato erótico mas, ¿no? Seguro que al leer esto, la imaginación vuela. Enseguida pensamos en que pasará, que nos gustaría que nos pasara si lo protagonizáramos, besos, abrazos, caricias, posturas, fetiches varios... Pero seguro que nadie ha caído en un pequeño detalle. En esa habitación, además de un buen colchón, hay otro objeto. Hay una silla de ruedas.Seguro que a nadie se le ha ocurrido pensar en que esa mujer es discapacitada. Todo hemos pensado en como debe ser ella: una rubia atractiva, de ojos color de mar, pechos exuberantes y cuerpo escultural. Y para formar la pareja perfecta, el debe ser un moreno musculoso, de mirada profunda, que desprende pasión por los cuatro costados. Incluso cuando se piensa en una escena de sexo de lo mas normal, sin cuerpos perfectos ni personajes de gran belleza, no pensamos en que pueden haber discapacitados involucrados.

En pleno siglo XXI, las personas con discapacidad tenemos la fama de ser "asexuadas", es decir, no disfrutamos del gran placer del sexo. Se considera aun que nuestra discapacidad a la hora de andar, de poder coger objetos con las manos, andar con dos piernas...influye en el acto sexual. Se nos ve como seres vulnerables, a los cuales es mejor no proponerles sexo, no vaya a ser que vayamos de Guatemala a "Guatepeor". Hemos logrado avanzar en muchos aspectos, pero en otros, para muchas personas, seguimos siendo como figuras de porcelana.

El problema es de mas gravedad del que parece. No solo es frecuente que parte de la sociedad no se plantee el hecho de que un discapacitado disfrute de una vida sexual plena, sino que a veces estas falsas ideas forman parte del ámbito familiar de la persona con discapacidad. Aun es bastante común alejar al hijo o a la hija de cualquier oportunidad de mantener relaciones sexuales. Como máximo, se puede estar a favor de que se relacione con otras personas con discapacidad, posiblemente por pensar que al ser ambos de la misma condición, las relaciones sexuales van a ser inexistentes o poco frecuentes. Lo malo es que estas ideas, en mas de una ocasión, acaban siendo realmente asimiladas por la persona discapacitada.

Muchas personas discapacitadas tienen la sensación de que, cuando una persona sin discapacidad se acerca a ellas, no van a ir nunca con la intención de entablar una relación. No ven posible que se encienda la llama del amor entre ellos. Y la llama de la pasión, menos aun. Y si ocurre, pero la relación no llega a buen puerto, adjudican el fracaso amoroso a su condición de discapacitados o discapacitadas, seguro que tan solo pretendían aprovecharse.

A esto hay que sumarle otro obstáculo. La fase mas valorada del acto sexual parece ser el coito. Fase en la cual todo el placer se centra en la zona genital. Muchas personas discapacitadas carecen de sensibilidad en los genitales.Da la sensación que esa noche loca va a perder intensidad. Tenemos la creencia que cuanto mas tiempo dediquemos a dicha parte del cuerpo, mas placer vamos a sentir, en decadencia del resto de nuestras zonas erógenas. En el caso de los discapacitados sin sensibilidad en la zona genital es fundamental invertir el proceso. Existen zonas a través de las cuales podemos hacerles sentir un gran placer. Incluso si las personas sin discapacidad exploraran un poco mas su cuerpo, mas de una se sorprendería. Y tampoco es cierto que se disfrute mas recibiendo que dando. Dar placer y saber que esos gemidos los causamos nosotros/as puede resultar de lo mas excitante.

En el caso de la mujer, aun es mas peliagudo el tema. Muchas mujeres, pro no decir la inmensa mayoría, tenemos la sensación, de que si son ellos los que disfrutan del sexo, son dioses, y si somos nosotras, se nos dice de todo menos bonita. Para el hombre, el sexo frecuente es un acto que aumenta su poder frente a la manada. A nosotras, por lo mismo, se nos rechaza.

La mujer discapacitada no solo esconde sus deseos sexuales por ser un ser "asexuado" para el mundo, también aumenta su pudor pertenecer al sector femenino de la población. Padecemos una doble barrera: somos mujeres y discapacitadas.

Para colmo, la sociedad nos impone un canon de belleza ideal que no cumplimos. No poseer ese cuerpo escultural perfecto nos aparta de la competición. No podemos desfilar si no es con ruedas, muletas o prótesis, nuestro cuerpo muestra numerosas cicatrices, si la discapacidad es de nacimientos incluso podemos ser bajitas o tender a los problemas de sobrepeso. Y no hablemos ya de las deformaciones que se puedan padecer. En fin, demasiadas trabas para optar a la corona de Miss Diosa del Sexo.

Por suerte, algunas vamos superando poco a poco estos obstáculos. Sabemos que tenemos derecho al sexo, a sentir placer y a vivir momentos de pasión, que tenemos unos cuerpos maravillosos de los que disfrutar y con los que hacer disfrutar a los demás, que guardan pequeños secretos que esperan ser descubiertos, que hay muchas personas ahí fuera deseando conocernos ( incluso, en profundidad, ya me entendéis) y que no debemos de temer a que el mundo nos decepcione de vez en cuando, los golpes a lo largo de la vida los recibe todo ser viviente, no solo los discapacitados. Hay una lección que debemos aprender y asimilar: si nos queremos a nosotros/as mismos/as, podemos provocar que los demás también nos quieran. Y bueno, quien dice querer, dice desear...

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