domingo, 27 de noviembre de 2011

Trabajo Social y Deporte Adaptado: un objetivo común



Como muchas sabéis, gran parte de mi tiempo se lo dedico a la natación. Empecé con 4 años, teniendo un día a la semana como asignatura este deporte. Mis primeros años de chapoteo fueron bastante horrendos: vómitos, lloros, fiebre. El miedo al agua podía conmigo. Era incapaz de llegar a la piscina sin caer literalmente enferma. Quizá verme distinta al resto de mis compañeros me hacia creer que no iba a poder nadar como ellos.

Luego, por cambiarme de colegio, cambié de piscina. Y comencé una nueva etapa en mi vida. El verano anterior, en mi casa ya había conseguido sentirme mas segura en el agua incluso sin manguitos. Pero además, mis nuevos compañeros compartían una característica conmigo que me hizo ganar aun mas seguridad si cabe: todos tenían algún tipo de discapacidad. Ya era un poco mas "igual" a ellos. El cambio fue aun mas radical de lo que yo me creía. No solo iba a nadar con gente como yo, además iba a competir con otros nadadores discapacitados.

Y de aquello ya hará como unos 14 años aproximadamente. Más de una década compartiendo victorias y derrotas, tratando de mejor temporada tras temporada, planteándome objetivos a cumplir, haciendo y deshaciendo maletas, visitando hoteles y piscinas de toda España. Y algo de lo que me siento muy orgullosa: conociendo a grandes nadadores a los que admiro enormemente.

Tras varios años indecisa sobre mi futura profesión, al final me decanté por el Trabajo Social. La natación me encanta, me hace desconectar, me ayuda a viajar, me hace conocer a gente. Pero no tanto como para tomar la decisión de ganarme la vida permaneciendo a remojo cual garbanzo para el potaje. Sin embargo, muchos de mis compañeros si lo han decidido así. La natación les apasiona y han elegido convertirlo en su medio de vida, en su trabajo.

Poco a poco, el mundo parece concienciarse de la realidad que viven las personas con discapacidad. Se va consiguiendo que a nivel político existan herramientas que faciliten una vida mas normalizada para la persona discapacitada. En el caso del deporte adaptado, el plan ADOP parece que va ayudando a que los deportistas que quieran dedicarse exclusivamente a los entrenamientos y competiciones puedan hacerlo siendo becados.

Sin embargo, tengo la sensación de que no siempre los logros conseguidos van a la par con lo que opina la sociedad en general. Desde el Trabajo Social, por ejemplo, parece que se piense en el deporte para los discapacitados como una terapia, como un medio para relacionarse con otros, como una medicina mas. Rara vez nos planteamos que esa persona discapacitada no quiera dedicarse a llevar la contabilidad en un despacho, o dedicarse a la informática, sino que su deseo sea ganarse la vida corriendo en una pista de atletismo, en una estación de esquí o derribando rivales con una buena llave de judo. Trabajamos para que las personas puedan entrar a trabajar en empresas, pero nunca nos preguntamos si para esa persona la única empresa que vale es una piscina.

Cuando hablamos de deporte en personas discapacitadas, vemos mas el lado social que el deportivo. No vemos a deportistas de élite que ganan medallas con el mismo mérito o mas que una persona sin discapacidad, no vemos las horas y horas de entrenamiento a sus espaldas, sus jornadas agotadoras combinando entrenamientos y otro trabajo con el que ganarse un salario extra o unos estudios. Lo único que vemos es una silla de ruedas, una pierna ortopédica o el perro guía, siempre fiel a su amo. Vemos a la persona que requiere de ejercicios para que su discapacidad no le afecte tanto, no vemos que esa persona ama ese deporte y quiere vivir de ello.

Creo que desde el mundo del Deporte Adaptado y el mundo del Trabajo Social deberíamos plantearnos un objetivo común: lograr que la sociedad vea deportistas, no discapacitados. La verdadera integración, la verdadera vida normalizada de una persona discapacitada esta ahí, en lograr que, para la sociedad, el hecho de que una persona con discapacidad se dedique a lo que desee y reciba un salario a cambio, y que este salario sea equivalente al de una persona no discapacitada, resulte de lo más común. Que dejemos de ver esas sillas de ruedas, esos bastones blancos, esas prótesis que sustituyen extremidades. Que veamos deportistas, que veamos personas.

Hermoso es el día en el que Ricardo Ten, Vicente Gil, David Levecq, Leyre Ortí, Anna Ortiz, aparecen en las noticias. Hermoso será el día en el cual esas noticias ocupen tanto espacio como las dedicadas al fútbol o al baloncesto. Pero mas hermosos será el día en el que ver a estos grandes deportistas en televisión no le sorprenda a nadie.

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