sábado, 2 de febrero de 2013

GRANDES PRINCESAS DE LA HISTORIA: Lisístrata


Aristófanes, poeta griego quien nació en el siglo V a.C. en la capital ateniense, escribió una de sus obras “Lisístrata”, durante la Guerra del Peloponeso cuando la moral ateniense estaba muy baja.

Las comedias de Aristófanes (''Las Ranas'', ''Las Avispas'', entre otras) se caracterizan por tener un sentido del humor y lenguaje grotesco con la intención de hacer reír. Además, en este caso, se nota una intención pacifista del creador.

A veces ocurre que el mundo antiguo y la actualidad coinciden enormemente, por desgracia, no siempre por motivos agradables.

Os recomiendo que leáis el comentario que viene a continuación, fue escrito por una mujer de hoy en día y con las ideas muy claritas, Victoria Sendón de León, filósofa de formación y ciudadana del mundo, tal y como ella se define.


OPERACIÓN LISÍSTRATA. 


Las chicas de Pererira, en Colombia, tal vez no sepan que su original campaña ya existía literariamente hace unos veinticuatro siglos nada menos. Qué lástima que haya tenido que pasar tanto tiempo para que a las mujeres se nos ocurriera llevar el mismo argumento a la realidad.

Verán, Aristófanes utilizó el tema de la violencia masculina para hacer una comedia, “Lisístrata”, a fin de ridiculizar a los griegos, siempre enzarzados en sus guerras y guerritas de nunca acabar, que tenían a las helenas hasta los tirantes del peplo (túnica femenina de la antigua Grecia que llevaban las mujeres anteriores a los años 500 a. C.). A Lisístrata se le ocurrió una estratagema de lo más eficaz para obligar a los hombres a vivir en paz. Se reunió con las mujeres de Atenas, Esparta, Corinto y Beocia para convencerlas de que se negaran a satisfacer a sus maridos y amantes sexualmente hasta que no renunciaran a sus aficiones bélicas. Lo consiguió, pero en más de una ocasión vio peligrar su campaña de resistencia porque muchas mujeres se derretían a la primera carantoña. Finalmente, los griegos dejaron de hacer la guerra y comenzaron a hacer el amor en la paz acogedora del tálamo. En la ficción, claro.

Recientemente, más de 100 mujeres de la Pereira colombiana decidieron hacer lo mismo que Lisístrata y sus compañeras. La ciudad, de 450.000 habitantes, tiene más de treinta pandillas cuyo juego preferido es matarse por las calles, en la noche, a la luz del día, laborables y feriados, da igual: es ya una inercia, una costumbre, un “modus vivendi”. Cada año se registran casi quinientos asesinatos, lo cual le da a la ciudad un colorido subidito de tono. Y a la vida de las mujeres y sus hijos una inseguridad y una angustia innecesarias, absurdas, crueles. ¡Mira que traer un hijo al mundo, con lo que cuesta, para que te salga así de gilipollas!

La Lisístrata de Pereira se llama Omaira, una rapera que incita al resto de las mujeres a sumarse a la huelga de “piernas cruzadas”, con la que confían que los machitos opten por el amor en lugar de por la guerra. Ojalá lo consigan, pero a esta huelga yo le añadiría la de “brazos caídos”, para que les haga la cena Rita, y la de “úteros vacíos” hasta que el “homo-homo” controle su estúpida violencia, sus delirios prepotentes, su terrible complejo por no haber sido mujer, portadora de vida. Tal vez esta afirmación sea muy arriesgada por mi parte, pero ¿qué les pasa entonces? Los varones evolucionados, cada vez más, comienzan a sentir vergüenza de su género. Cuando esta vergüenza de género se imponga a la violencia contra el otro género empezarán a cambiar las cosas. Seguro. ¡Gracias, mujeres de Pereira!''

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