miércoles, 13 de febrero de 2013

Hecha la ley...

Ley 1/2004 de Medidas de Protección contra la Violencia de Género. De ella quiero hablaros hoy. Y es que como bien dice el dicho, hecha la ley, hecha la trampa, y por muy progresista y avanzada que parezca, esta ley tampoco se sale de la norma. 

Esconde tres trampas principales.La primera: tan solo establece como violencia de género aquella violencia ejercida por la pareja o ex-pareja, siempre hombre, hacia la mujer. Esto significa que no podemos hablar de violencia de género, tan solo podemos hablar de violencia sentimental. Si no existe o ha existido nexo sentimental entre agresor y víctima, no se incluye como tal. Por lo tanto, si el agresor es un padre, un primo o tu jefe, posiblemente te quedes desamparada. 

Segunda trampa. No ampara a parejas homosexuales. Recordemos que sexo y género son dos realidades diferentes. El sexo es un hecho biológico, pero el género es una construcción puramente social y cultural. Nacer niño o niña no determina tu género. Lo hace el hecho de que, en el momento en que papá y mamá ven que te cuelga algo de entre las piernas durante el embarazo, digan: "Azul, fútbol y coches". Nada más. 

Si realmente se pudiera hablar de violencia de género, podríamos incluir la diferencia de roles y géneros desarrollados independientemente del sexo. Pero no. Tan solo cuenta la diferencia entre sexos. Este tipo de violencia debe ser ejercido de un hombre hacia una mujer. Por lo tanto, no hablamos de violencia de género, sino de violencia sentimental por razón de sexo. Son muchas las personas homosexuales que se quejan de que, al interponer una denuncia contra su pareja o ex-pareja, no han sido tomadas en serio, por el simple hecho de ser del mismo sexo. 

Tercer fallo garrafal.  Supuestamente, esta ley debería tener un carácter preventivo. Las mujeres deberían poder disfrutar de protección ante la amenaza de convertirse en víctimas. Pero no. La gran mayoría de ventajas que ofrece la ley pasan por demostrar previamente que has sido víctima de violencia. Por tanto, ¿dónde está la prevención? 

He de confesar que, al principio y antes de examinar detenidamente esta ley, me parecía muy positiva. Era muy afín al gobierno que la promulgó. Me siento bastante satisfecha con algunas acciones de tipo social que realizaron. Pero como siempre ocurre, algo tenía que estar mal. 

Recuerdo mi verano en Servicios Sociales, donde las lagunas legales se apreciaban especialmente. Siempre había forma de escaquearse de la ley, tanto para bien como para mal. Toda ley cuenta con algún vacío. 

Y es que en las leyes no solo podemos apreciar los intereses del partido que nos gobierna. A veces se les escapa algún que otro detalle de aspectos a los que no dan tanta importancia o que pasan por alto por considerar que solo afecta a una minúscula minoría de casos. 

Nadie es perfecto, ni siquiera nuestro legislador, y no lo hacen por mala fe. En realidad, ¿qué mala intención tendría un gobierno paritario que ha creado medidas a favor de los homosexuales a la hora de crear de esta manera esta ley? 

Un gran problema, no de esta ley, sino de las medidas que suelen concernir a las mujeres, es que suelen dejarse para mas tarde. En el estado en el que nos encontramos los españoles, nuestro gobierno tiene otras cosas en las que pensar. Así que las rectificaciones tendrán que esperar. 

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