martes, 4 de septiembre de 2012

¡Que curiosa, la transversalidad!



Mujer, pero sobre ruedas. ¿Qué realidad es la que prevalece? Cuando se realiza una investigación, los esfuerzos suelen centrarse en una realidad. Pero la verdadera realidad es que no hay ser humano que sea una sola cosa. Se han de tener en cuenta mas de una realidad.

Parte de la lucha feminista se ha centrado en hacer ver al mundo que las mujeres no somos máquinas de hacer bebés, ni estamos destinadas a vivir encerradas en nuestros hogares. Ser madre y ser ama de casa son simples elecciones, opciones que escogemos o que deberíamos escoger en plena libertad y en un clima de igualdad.

Nosotras damos a luz, pero parece que son los hombres lo que decidan cuando, incluso cómo. A lo largo de toda la historia, nuestra obligación ha sido dar descendencia, preferiblemente varones, a nuestros maridos. Y si no hemos podido hacerlo, nuestra misión en el mundo ha fracasado. No servimos para nada mas.

O sí, al menos mantenemos la casa limpia. Desde luego, si no puedes tener hijos y además careces de verdaderas habilidades para mantener tu hogar en pie y la comida lista a tiempo en la mesa para cuando llegue tu marido, entonces si que eres una inútil redomada. Aunque nuestras madres y las madres de nuestras madres ya se han asegurado siempre de que fuéramos unas mujeres de bien.

Las feministas siempre han reivindicado nuestro derecho a ser madres cuando lo deseemos, no cuando el hombre lo imponga. También se ha luchado por abrir paso a las mujeres en el mundo laboral. Una mujer que es madre y esposa no tiene porque sentirse realizada simplemente por ser una mujer de hogar. Las mujeres necesitamos mas, independencia y libertad. Incluso si decidimos dedicar nuestra vida a nuestros hijos, queremos hacerlo con la seguridad de poder mantenerlos sin depender de nadie.

Pero yo, además de mujer, tengo una diversidad funcional. De repente, el planteamiento se vuelve del revés. Cuando eres mujer pero discapacitada, el mundo entiende que no eres capaz de sacar tu casa adelante, y muchísimo menos tienes la capacidad de tener hijos. Si no es con la ayuda de una tercera persona, nunca.

Mi lucha ya es otra. Ya no lucho porque me permitan hacer algo mas que mis labores, o porque me entiendan cuando digo que hay días mas felices en mi vida aparte del nacimiento de mi bebé. Porque mi realidad, pese a ser mujer, es otra.

Soy como una mujer hecha a medias. Mi función es tener hijos, pero mejor no tenerlos, que los chiquillos corren mucho y a ver cómo los vas a seguir. Mi obligación es tener la casa en orden, pero mejor si lo hace otro, que si lo haces tú la cama se queda muy desastrada. Soy mujer, pero no soy mujer.

Realmente, ¿por qué debería luchar yo? Si me vuelco con la causa feminista, me alejo de mi realidad de discapacitada, dejo de luchar por algo que también es necesario. Pero si vuelvo a mi mundo sobre ruedas, me veo obligada a dejar de lado mi feminidad. ¿Supone eso que, haga lo que haga, traiciono a una parte de mi misma?

Cuando unes dos realidades, una te separa de la otra. Se crea como una tercera especie humana. Ni discapacitada, ni mujer, sino mujer discapacitada. Aparece una tercera lucha, en la cual se plantean nuevas necesidades y nuevos problemas a resolver.

Quizá la aparición de terceras realidades (ya no solo mujeres discapacitadas, sino cualquier otra pareja de realidades que puedan converger) haga que la necesidad de libertad se eleve a la enésima potencia. Como mujer con diversidad funcional, tengo la necesidad de que el mundo me vea como madre y ama de casa, porque soy una persona con capacidad para criar hijos y ofrecerles un hogar en el que vivir felices y seguros. Pero al mismo tiempo, cuando la sociedad me haya visto como una mujer mas, necesito que me dejen ser mujer a mi manera. Traer vida al mundo sigue siendo una elección personal, puedo ser discapacitada, puedo ser mujer, pero mis hijos son míos y tengo lo que yo elija. Al igual que mantener un hogar, claro que tengo la capacidad de realizar las tareas domésticas como cualquier persona, pero si decido dedicarme a una profesión fuera de mi casa, tengo derecho a hacerlo.

Vivir en una tercera realidad es complicado. Una no sabe muy bien a qué aferrarse. Pero cuando se realizan investigaciones teniendo en cuenta la transversalidad (es decir, dos realidades que se unen) se llega a todo tipo de conclusiones. Unas separan, otras unen.

Mi libertad acaba donde empieza la tuya. Pero mientras yo no te dañe, déjame ser libre. Quizá esa es la base para vivir, reconocer lo que uno desea, reconocer los derechos que uno tiene, echar mano del gran abanico de posibilidades, siempre y cuando no hagamos daño a las personas que nos rodean. Quizá la base para ser mujer y ser discapacitada es luchar simplemente porque me dejen ser libre, ser mas mujer o mas discapacitada según mis deseos. Mis hijos son míos, mi casa es mía, yo decido el rumbo de mi vida.

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