martes, 12 de junio de 2012

Lo que diga la tele, va a misa

Por si algún pobre despistado no se ha dado cuenta, ha empezado la Eurocopa. Aunque nuestro maravilloso país sea duramente criticado una y otra vez por nuestra gran habilidad controlando la situación económica, de repente levantamos la cabeza, nos volvemos a sentir orgullosos de ser de donde somos y cantamos a voz en grito aquello de "Yo soy español, español,español" bajo riesgo de diluvio universal. 

Un gol, un soplo de aire fresco. Encendemos la televisión, ponemos los telediarios y todo son malas noticias. Y como si no fuera suficiente con el panorama nacional, nos cuentan todas las desgracias habidas y por haber del resto del mundo. Cuando no es un suicida que se ha llevado por delante a varias mujeres y niños, es una catástrofe natural que ha hecho volar la mitad de las casas de las personas mas pobres de algún país asiático. Ya lo dice el dicho, a perro flaco, todo son pulgas. 

Pero no pasa nada, el fútbol ya está aquí, dispuesto a distraer nuestra atención durante unos días, para que no pensemos en nada que nos pueda hacer llorar. Eso si, mas vale que ganemos, porque si no, menudo aterrizaje forzoso a la realidad. 

Han dicho y dicen que los medios de comunicación son una ventana al mundo. Pero comienzo a dudar de que ese mundo que nos enseñan sea el mundo real. Algo me hace sospechar de que me falta algo, alguna pieza. No me acaba de cuadrar lo que veo y oigo. 

Si no recuerdo mal, algo pasó en Haití. Si la memoria no me falla, murió mucha gente, y la que consiguió sobrevivir, se quedó sin nada. He oído por ahí que, a día de hoy, aun no han conseguido reconstruir gran cosa, y quienes perdieron a sus seres queridos, les siguen llorando. 

Acaba de venirme otro recuerdo a la mente. Creo que también sucedió algo en Lorca, muy cerca de nosotros/as. Muchas casas se vinieron abajo, dejando a muchas familias sin hogar. Y si las malas lenguas no han intentado engañarme, creo que tampoco anda muy bien la reconstrucción de sus casas. 

Haití, Lorca, Estados Unidos, el sureste asiático...Siguen formando parte del mundo, siguen siendo una pequeña parte de ese paisaje que nos debería enseñar la televisión, esa gran ventana al mundo. ¿Y por qué, pasado un tiempo, nadie se acuerda de ellos? ¿Por qué los huracanes que arrasan montones de hogares en Estados Unidos ya no son noticia, aunque las casas siguen siendo escombros? ¿Por qué las inundaciones en China no se cuentan, aunque varios niños hayan perdido su vida en el intento de salvarse? 

Tras esa supuesta imagen del mundo que nos muestran los medios de comunicación, hay intereses. La audiencia es fundamental, lo que vende, sale, lo que no, no vale la pena mostrarlo, aunque sea real como la vida misma. Una noticia se vende cuando es reciente, al cabo de un tiempo, solo provoca desgana en el espectador. 

Hay ideología tras la cámara. Puedo dar la misma noticia que otra cadena, pero lo maquillaré de forma que mantenga contento al jefe y a los que me ven, suponiendo que están de acuerdo con nuestras opiniones totalmente subjetivas. 

También hay otro tipo de intereses. A los de arriba, llámense gobierno o, simplemente, peces gordos, hay que tenerlos contentos, que para algo nos pagan y nos hacen creer que, gracias a ellos, llegamos a final de mes. Poderoso caballero es Don Dinero. 

¿Hay alguien en la sala que pueda nombrarme cinco ganadores de cualquier premio nobel? ¿Cuantos sabríamos contar con exactitud que pasó en la Revolución Francesa? ¿ Alguno o alguna de vosotros podría reconocer a unos diez filósofos si nos mostraran sus retratos?? ¿Y quien podría contarme algo sobre su animal favorito, con un mínimo rigor científico? Pero hay una pregunta que, casi cualquiera que lea esto y haya encendido alguna vez la televisión española, puede responder afirmativamente: ¿sabes quién es Belén Esteban?  

Dice mucho del nivel cultural de un país el hecho de que los programas mas vistos sean los que se dedican a entrometerse con excesivo morbo y escasa ética en la vida de personajes que ni siquiera se sabe como se ganan la vida, pero oye, hay que ver la vidilla que le dan a nuestras tardes con sus amores y desamores. 

Hay montones de personas dedicando sus vidas enteras a hacer grandes cosas por el mundo y la humanidad. Y, ¿quién les conoce? Quizá los mas altos organismos de su área profesional tengan la gran bondad de entregarles algún premio o reconocer su valía y talento. Pero los demás ciudadanitos de a pie apenas nos quedamos con sus caras. Nos resulta mas fácil otorgarle el título de Princesa del Pueblo a la ex-mujer de un torero que apenas sabe de historia que admirar a la pobre investigadora que, como si no tuviera suficiente con rebanarse los sesos buscando una cura al sida, ahora le toca hacer equilibrios para que no le despidan por falta de presupuesto. 

De la cultura, todos somos responsables. Los medios de comunicación, por un lado. Claro está que el pobre periodista tiene que pelear lo suyo por pagar su hipoteca y alimentar a sus hijos. Correr el riesgo de ser despedido puede resultar una idea abrumadora. Pero señoras y señores, el rigor debería ser sagrado, sobre todo cuando el conocimiento de millones de personas están en juego. La verdad debe ser limpia y clara como el agua, no unas cuantas palabras maquilladas a gusto del consumidor o del señor que firma las nóminas. 

Desconozco este dato, pero creo que todo periodista debería tener un código deontológico, su trabajo debería ceñirse a la ética tanto como el trabajo de un médico o de un trabajador social. No se ponen vidas en juego, pero si la ignorancia de toda la población. El precio a pagar, aunque no comparable al de otras profesiones, es muy alto. 

Pero no toda la culpa es de los señores de la tele. Nosotros y nosotras somos muy culpables. Si en lugar de quedarnos toda la tarde mirando como un grupo de tertulianos se dedican a descalificarse los unos a los otros, convirtiéndose en oradores ininteligibles, apagáramos el aparato o buscáramos algo de mayor utilidad para nuestra sabiduría, otro gallo cantaría. Ellos buscan audiencia, pero es que la audiencia somos cada uno de nosotros y nosotras. Sin nuestro papel, no tienen nada que hacer. 

No olvidemos Haití, ni Lorca, ni los niños hambrientos de África. No olvidemos las guerras. Ni los asesinatos. Recordemos cada día que algo está sucediendo, y que tras esos sucesos, hay seres humanos. Humanos que mueren, que cometen atrocidades, que intentan como pueden hacer que este mundo sea un lugar donde se pueda sobrevivir. Vayamos a ver el fútbol, o el baloncesto, o Eurovisión, que tantas alegrías nos da año tras año consiguiendo no quedar los últimos. Pero no olvidemos todo lo demás. 

De lo que oigas, no te creas nada, y de lo que veas, créete la mitad. Y viceversa. Todo hijo del vecino necesita oxigenarse, distraerse, recibir alguna alegría para olvidar lo mala que anda la cosa. Pero que nadie olvide que, para montones de personas, no existe tal alegría, tan solo existen un par de heroicas manos dispuestas a ayudar. El horror sigue ahí, aunque nuestro corazón no lo sienta, porque nuestros ojos no ven. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario