martes, 19 de junio de 2012

Ellos

No voy a hablar hoy de mí. No voy a hablar de nosotras. Hoy quiero hablar de ellos. En el mundo no solo habitamos millones de princesas imperfectas, también convivimos con príncipes imperfectos. A lo largo de toda la historia, por culpa del patriarcado, las mujeres hemos sufrido discriminación, prejuicios y una posición inferior a la del hombre. Pero creo que, para muchos hombres, la mayoría de ellos con una opinión mas cercana a la igualdad de oportunidades entre sexos que a la diferenciación, el mundo tampoco ha sido demasiado justo. Ser mujer nos ha costado sangre, sudor y lágrimas, pero el papel del hombre, en muchos casos, tampoco ha debido ser fácil. 

Sobre ellos caen multitud de estereotipos, a cual de todos mas falso. Por ejemplo, ese famoso mito de que los hombres nunca lloran. Si nadie me muestra estudios científicos que me demuestren lo contrario, hasta la fecha, mostrar los sentimientos y emociones es una acción válida para todo ser humano, seas mujer u hombre. Los hombres también sufren, también sienten dolor, en su vida diaria ocurren desgracias. ¿Por qué no van a poder llorar? ¿Por qué no van a poder mostrar su dolor? Se unen las lágrimas a la debilidad. Culturalmente, hemos decidido que el hombre debe ser fuerte, por lo tanto, que sus ojos se empañen de lágrimas rompe todos los esquemas. El hombre no está obligado a ser fuerte, puede flaquear al igual que la mujer. Además, las lágrimas no son sinónimo de debilidad, son solo una muestra de que, en ese momento, se está sufriendo, aunque luego se tenga la completa capacidad de seguir adelante. 

Hablando de debilidad. Hablando de la fortaleza del hombre. Se nos ha dicho que ellos son los protectores y nosotras las protegidas. Buscar el amor de un hombre es buscar esos fuertes brazos que nos envuelvan y nos hagan sentir que nada ni nadie nos puede hacer daño. ¿Por qué no invertir el orden? ¿Por qué no invertir los deseos de uno y otra? ¿Por qué no dejar que el hombre busque seguridad en nosotras y ser nosotras las que les hagamos sentirse inmunes a todo mal? El miedo es inherente a la raza humana. Todos tenemos miedo a algo, todos nos asustamos en algún momento. Si el miedo va tan unido a todos/as nosotros/as como si de nuestra sombra se tratara, ¿por qué un hombre no puede querer huir de esa inquietante sensación de la misma forma que lo hacemos las mujeres? Nosotras protegemos a nuestros hijos, se sienten mucho mejor cuando mamá está cerca, ¿por qué un hombre no puede sentir lo mismo? Nada nos dice que los hombres sean invencibles y nosotras no sepamos protegerles, es tan solo una absurda construcción cultural. 

Los hijos. Esos pequeños, asunto de mamá. Hace ya unos años, vi en televisión, en un documental, a un hombre dándole el pecho a su hijo. Lo hacía gracias a un artilugio que simulaba las mamas de la madre. Se decía que el momento de darle el pecho al bebé es un momento muy íntimo y hermoso del que el hombre no puede disfrutar de forma natural. Utilizar ese invento les ayudaba a poder vivir ese momento de una forma similar a como lo hacemos las madres. Parece que la crianza de los hijos sea cosa nuestra, el hombre se limita a ser el dueño y señor del hogar, que debe ser servido y atendido, en agradecimiento por haber traído un sueldo a casa. ¿Y si le damos la vuelta a los papeles? Que bonito es cuando un padre llega a casa y lo primero que hace es lanzarse al suelo a jugar con sus niños. Cuando les baña, antes de cenar. Cuando les lee un cuento, los arropa y les da un beso antes de dormir. El hombre no ha nacido para esquivar la ternura. Un hombre puede ser tan cariñoso como una mujer. Además, un hijo es la personita a la que mas se puede llegar a querer en el mundo, y ese amor no está hecho solo para nosotras. Ellos también aman a sus hijos, y tienen la misma necesidad de mostrar ese amor que nosotras. 

Ahora que lo pienso, creo que me he adelantado. Porque claro, antes de poder disfrutar de la seguridad de la mujer y de tener hijos con ella, habrá que atraerla. Y he aquí otra idea errónea. Al igual que a nosotras nos hacen creer que siendo auténticos espaguetis vamos a atraer a multitud de hombres, a ellos también les han vendido la moto con ese tema. Para atraer a las mujeres, tienen que ser un saco de músculos de gimnasio, perfectamente depilado. Mujeres del mundo, ¿a cuantas os parecen sexys los croissants con patas? Si con tanto músculo, apenas pueden arrimarse los brazos al cuerpo, ¡como para abrazarnos a nosotras! Además, es gracioso. Estoy convencida de que, a la hora de crear estas ideas preconcebidas sobre cómo es el hombre o la mujer ideal en cuanto a físico se refiere, no han preguntado a gente de la calle. Estoy convencida de que mas de un hombre y de dos desea mas a una mujer con carne de donde cogerse que a una mujer-palillo. Y a nosotras nos pasa lo mismo, seguro que mas de una y mas de dos preferimos a un hombre normal y corriente que al típico cachas. 

Me vuelvo muy pesada cuando habló de las imperfecciones naturales del ser humano. Pero no me cansaré de repetirlo, porque es una verdad como un templo. La raza humana viene defectuosa de fábrica, y es lo mas normal, natural y hermoso del mundo tener imperfecciones. La perfección no existe, y si existiera, que aburrida sería. Las mujeres somos princesas, imperfectas, pero princesas por encima de todo. Los hombres igual. Son príncipes, pero no los que nos venden en las típicas películas Disney. Son príncipes imperfectos, con miedos, con ganas de amar, con debilidades, con barriguita. Sus brazos están mas hechos para abrazar con ternura que para levantar pesas. 

Creo que, cuando buscamos a nuestro príncipe, el erro no lo cometemos al buscarlo, sino al pensar que va a ser perfecto. No lo son, nadie lo es. Pero ahí esta la magia del cuento, en saber aceptarse tal y como se es, en saber amar todas esas virtudes que se tienen y en saber aceptar y convivir con los defectos. Las personas somos mas hermosas de lo que el mundo nos vende. Solo es cuestión de cerrar las revistas de moda, apagar la televisión y mirarnos al espejo, para conocernos mejor. 

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