lunes, 26 de diciembre de 2011

Orgullosa de ser princesa




He dejado un poco abandonado mi blog, se acercan los exámenes y no hay que perder ni un segundo en algo que no sea estudiar. Pero no hace mucho oí una noticia que creo que es digna de mención y reflexión, así que voy a aprovechar mi pequeño rato de descanso para escribir. 

Según estadísticas, los jóvenes de hoy en día siguen viendo a mujeres y hombres tal y como se muestran en los cuentos de hadas. Ellas siguen siendo dulces, compasivas e indefensas, mientras que ellos siguen siendo heroicos príncipes cuyo papel en esta historia es matar al dragón que nos tiene presas y sacarnos de lo mas alto de la torre. 

 Resulta preocupante, en primer lugar, que se tenga aun este tipo de concepción sobre la mujer y el hombre. Que las nuevas generaciones, aquellas que, se supone, tienen el poder para cambiar el mundo, aun tengan ese tipo de ideas, asusta, ya que tan solo llevan a que la dependencia de la mujer y la creencia de ser imprescindible por parte del hombre, perduren peligrosamente. 

Pero aparte de esto, que creo es lo mas evidente, también hay algo que me llama la atención. Cuando hablamos del papel que "debe" tener la mujer en la sociedad, tengo la sensación de que se mezclan características positivas con características negativas. 

Se dice que el amor y el cariño, las muestras de afecto hacia los demás, es algo propio de nosotras. En un mundo repleto de guerras, injusticia, delitos a cual mas grave, considero que tener la capacidad de amar y no de matar es mas que fundamental para el progreso. El mundo está falto de amor, de saber decir "te quiero" a las personas que nos rodean, de abrazos y besos. 

Junto a esto del amor, se nos atribuye la capacidad de sentir compasión y piedad por el prójimo. Ahí ya entramos en terreno peligroso. Se cree que al sentir compasión, nos apiadamos incluso de aquellos que nos hacen daño. Como somos tan piadosas, el hombre que nos maltrata recibe siempre nuestro perdón. 

Considero que compasión y debilidad son dos cosas totalmente distintas. Somos compasivas, pero en la linea de ser capaces de sentir cuando alguien sufre y necesita una mano que le ayude. Sentimos piedad por aquel que pasa por malos momentos y requiere de ayuda. Creo que compadecerse o sentir piedad a ese nivel es un gesto de lo mas humano, que nada tiene que ver con ser incapaces de decir no al dolor, con ser mujeres a quienes nos han inculcado tal síndrome de Estocolmo que no sabemos querernos a nosotras mismas tanto como para abandonar lo que nos hiere y buscar la felicidad. 

También dicen que somos las mas románticas y sensibles. Siempre estamos esperando a un hombre apuesto sobre un blanco corcel, que nos colme de detalles y regalos, y que tenga una buena cocinera que prepare ricas perdices para poder ser muy felices. Somos románticas, sensibles, detallistas y mimosas. Y lloramos a moco tendido con películas de amor. Pero si el amor no llama a nuestra puerta, sobrevivimos igual. Hemos dejado de creer en príncipes azules, ahora empezamos a conformarnos con dulces sapitos con virtudes de las que enamorarnos y defectos fáciles de soportar.  

Somos sensibles, pero fuertes al mismo tiempo. Sabemos acariciar a nuestros niños al mismo tiempo que los sacamos adelante día tras día. Nuestra fortaleza es tal, que tras pasar horas de parto, con dolor y cansancio, nos basta con verle la carita a nuestro pequeño para reponernos. Y además, repetimos experiencia. 

Se piensa que la mejor manera de luchar contra los estereotipos dañinos, lo mejor es que las mujeres vayamos tomando nota del comportamiento masculino. Para triunfar en los negocios hay que ser agresivo, poderoso, dominante, dicen. El mundo me va a disculpar, pero si algún día llegó a jefa, prefiero el diálogo, la escucha, el trabajo en equipo como herramientas. Sigo siendo mas partidaria de la palabra que de la imposición, del consenso o acuerdo que de la dictadura. 

En resumidas cuentas, creo que las mujeres, tal y como somos, tenemos mucho que ofrecerle al mundo, con nuestra dulzura, nuestra capacidad de comprensión, nuestro fuerte vientre para crear vida y nuestro gran corazón para amar lo que concibamos, nuestro poder de escucha y nuestra habilidad para ponernos en el lugar del otro y comprender mejor sus sentimientos. No creo que debamos parecernos a nadie, solo saber aprovechar todas las maravillosas virtudes que poseemos y no confundirlo con debilidades adjudicadas cultural e irracionalmente. Soy una princesa, una imperfecta princesa, una orgullosa princesa, y que el mundo diga lo que quiera. 




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